domingo, 21 de agosto de 2011

Las dos orillas de Boabdil

el as en la manga

Las dos orillas de Boabdil

Ángel Esteban | Actualizado 17.08.2011 - 01:00
CHAOUEN o Xauen es una pequeña Granada. Sorprenden las semejanzas entre las dos ciudades, desde el paisaje montañoso de los alrededores con muchos olivos o las calles estrechas, peatonales, sinuosas sobre las cuestas, al estilo del Albayzín, hasta la pequeña 'alhambrilla' en la cima de uno de los montículos, construida en 1475 por el señor de la ciudad, Sidi Ali Ben Rasid, el calor tórrido de agosto o la cercanía al Mediterráneo. Parecerían las dos caras de un espejo colocado horizontalmente en la mitad del Estrecho. Si Boabdil no terminó allí fue porque el Califa de Fez, Muley Famet el Benimerín, le insistió para que recalara en sus dominios. Además, es probable que el último rey moro de Granada hubiera continuado llorando toda su vida como lo hizo en el Suspiro, al recordar día a día su paraíso perdido por las calles de Xauen. Pero muchos de los andalusíes que habían vivido en Granada sí decidieron quedarse en la vecina africana, lo que supone que en pleno siglo XX todavía había en Tetuán y Xauen cerca de 4.000 apellidos de origen andalusí.

Hace unos días recorrí de arriba abajo las calles de la ciudad marroquí, llegué hasta la alcazaba y pateé el centro histórico. Machkour Mohamed, el dueño de una tienda de artesanías quien, por cierto, parecía mi primo, y aseguró que mis rasgos faciales son más bereberes que caucásicos, me enseñó la llave de su casa granadina, que guardaba con respeto casi religioso desde que su padre se la legó, explicándole que el padre de su padre también se la entregó a él, y así sucesivamente hasta finales del siglo XV. Es una tradición: ya nadie va a venir de Xauen a Granada a exigir su propiedad, rebanada por la cara hace muchos siglos por unos reyes bárbaros, pero es un símbolo. Mucha gente en los pueblos de la zona guarda esas reliquias para que, por lo menos, conformen una voz histórica inapelable. Lo mismo hacen los cubanos, aunque muchos de ellos mantienen todavía la esperanza de recuperar sus casas. Custodian sus llaves y los títulos de propiedad que pudieron sacar del país clandestinamente, cuando los esbirros de Castro les quitaban en la aduana casi hasta los calzoncillos, al marchar al exilio. Pero parece que 52 años, aunque no son cinco siglos, van a hacer muy difícil ese propósito.

La semana pasada, curiosamente el día en que estuve en Xauen, una noticia, que luego se desmintió, vino a ocupar las portadas de algunos medios: un ministro marroquí habría pedido que Marruecos y España compartieran los beneficios que genera La Alhambra. Lo único claro es que el exiliado es siempre quien sale perdiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario