domingo, 28 de agosto de 2011

Máquinas de matar y la radicalización de los pueblos ocupados

Máquinas de matar y la radicalización
de los pueblos ocupados
Un récord impecable
El 6 de mayo de 2011, un avión drone de la CIA disparó varios misiles en contra de un camión en el que viajaban nueve militantes, entre la frontera de Afganistán y Pakistán. Todos murieron y no hubo daño colateral. Suman ya seiscientos insurgentes eliminados en el año. Con lo que la Agencia cumple ya un año sin un solo accidente que cueste la vida a civiles.
Armas robotizadas
La anterior es la visión rosada de la guerra impecable que difunden los propagandistas en turno de Langley, Virginia. Una versión tan inverosímil que ni siquiera puede ser tomada en serio por el reportero Scott Shane quien, en un artículo de primera plana del New York Times del 11 de agosto, describe algunas de las catástrofes provocadas por estos aviones a control remoto, como la destrucción de una escuela religiosa, una misión en la que de paso volaron en pedazos un restaurante y una casa, asesinando a doce presuntos militantes, así como a seis civiles. El Bureau of Investigative Jornalism británico es un poco menos optimista que la CIA y ha documentado el homicidio de más de 160 niños, y de entre 385 y 775 civiles entre las 2 mil 292 (o 2 mil 863, dependiendo el reporte) personas muertas por ataques de drone desde 2004. Además de que aun los ataques exitosos han costado la vida de militantes de muy bajo nivel, una razón más por la que el programa debería ser seriamente cuestionado. Ahora bien, reconocer estos detalles no es conveniente en un momento en que el gobierno del Premio Nobel de la Paz, Obama, ha apostado buena parte de su estrategia militar al uso de armas robotizadas, las cuales son la punta de lanza que ha desplegado en los “nuevos” frentes de combate en Yemen, Somalia y la frontera con México. Durante la presidencia de Obama han tenido lugar alrededor de 236 ataques de drones en los que han muerto unas mil 842 personas.
Precauciones en exceso
De acuerdo con la CIA los drones son la tecnología más precisa de la historia, ya que estos aviones pueden videograbar a un blanco por muchas horas o días, analizar “patrones de vida”, distinguir a los militantes de los “otros”, usar modelos de simulación para ver las consecuencias del uso de explosivos de alto poder, aparte de que, después de la explosión, pueden seguir vigilando para identificar a los muertos y heridos que sean rescatados de los escombros, así como los funerales posteriores. Por tanto, la cia considera que este es “el sistema más preciso de la historia”. Ahora bien, nada es más falible que la interpretación que pueden darle analistas y expertos sentados frente a sus monitores a 10 mil kilómetros de esa guerra a las imágenes que envían los drones. Una y otra vez las potencias coloniales han demostrado su ignorancia respecto de las culturas y costumbres de los pueblos que invaden y conquistan, la incapacidad de entender las relaciones entre los clanes y las familias, las jerarquías entre los individuos y sus alianzas. Estados Unidos no es la excepción en materia de prejuicios y de arrogancia imperial. ¿Cómo explicar si no que, a pesar de todas esas precauciones y filtros de seguridad, en 2006 sesenta y nueve niños fueron asesinados por un drone cuando destruyó la madrasa donde estudiaban?
Diez años de fracasos
Los programas de uso de drones tienen una peculiar resonancia en otros programas secretos, como el de las cárceles clandestinas (los sitios negros) de la CIA en Europa, el programa de extraordinary rendition (secuestros y transferencia extrajudicial de sospechosos de cualquier parte del mundo), o con el tratamiento brutal de los presos en Guantánamo. Todas son iniciativas que intentan obtener resultados dramáticos con una mínima inversión, y que ignoran las leyes internacionales. Se trata de estrategias de terror, de intimidar con la idea de la muerte silenciosa que puede llover en cualquier lugar y cualquier momento, con el temor de que cualquiera puede ser secuestrado donde sea y desaparecer en un agujero negro de tortura y olvido. A diez años de emplear constantemente estos métodos radicales de terrorismo de Estado, lo que es evidente es que Estados Unidos sigue muy lejos de poder eliminar o aminorar la “amenaza de yihad militante”; por el contrario, estos grupos se han radicalizado, extendido y fortalecido, como fue evidenciado por los ataques espectaculares y masivos en Irak y Afganistán ocurridos a mediados de agosto y que dejaron cientos de muertos. Lejos de existir una amenaza de libro de historieta, como la propaganda imagina a Al Qaeda (como un grupo unificado con estrategias claras, bases ultramodernas y programas de desarrollo de armas nucleares, químicas y biológicas), lo que ha surgido y se han multiplicado por docenas son grupos militantes de diferentes denominaciones y con distintos objetivos, que tienen únicamente en común la religión como elemento de cohesión y un profundo desprecio por la ocupación estadunidense de tierras islámicas y sus continuos abusos de poder.

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