domingo, 28 de agosto de 2011

PRESENTACIÓN LIBRO LA HABANA/VERACRUZ, VERACRUZ/LA HABANA

En la Universidad Veracruzana, 27 de Agosto 2011

PRESENTACIÓN LIBRO LA HABANA/VERACRUZ, VERACRUZ/LA HABANA

Laura Fernández-Montesinos Salamanca

Sería injusto catalogar esta recopilación de ensayos y artículos como una mera búsqueda de similitudes entre la Habana y Veracruz, tal y como se ha querido presentar desde el inicio, pues la aportación de datos y las magníficas narraciones cronológicas de eventos en relación con aspectos políticos, económicos y sociales, suponen un profundo y veraz estudio de alto interés en cualquiera de los rubros mencionados y por tanto de mucho más alcance que, quizás, la sencilla idea inicial de tratar de coadyuvar el paralelismo y el sincronismo entre dos villas. 
De lectura ágil y agradable, este ensamble de relatos históricos permite comprender no sólo momentos y sucesos a través del tiempo, sino las razones de la configuración urbana de ambas ciudades: guerras, revoluciones, invasiones, protestas ciudadanas y proletarias, evolución y desarrollo de los núcleos urbanos y sus alrededores, asentamientos y crecimiento en extensión y las razones de los mismos, progreso o disminución demográfica, migraciones, auge industrial y comercial, la aparición del ferrocarril y su injerencia en la vida social, política y económica, todo ello amenizado por una deliciosa factura literaria que raya en lo plástico, de manera que cada escena es como un mural, un cuadro en el que se aparecen múltiples personajes vestidos a la usanza, carretas con inquilinos de alto standing, arquitectura europea, insalubridad y hedor insoportable en las calles repletas de basura que nadie se encarga de recoger, la armada francesa y norteamericana interviniendo en la actividad local a costa de cientos de muertes, los muelles donde los esclavos negros semidesnudos y sudorosos descargan las mercancías de Europa y Asia que iluminan con pulcritud las haciendas de los pudientes a costa de la paupérrima vida de la mayor parte de la miserable población que se hacina a duras penas en apestosos cuchitriles donde incluso respirar es difícil. La música de las clases bajas que termina por instaurarse en la sociedad del siglo XIX y XX, y el base ball, importado pero nacionalizado al grado de contribuir con población antillana a las ligas mayores de Estados Unidos - supuesto padre de este deporte- finalmente más antillano que norteamericano, la música y los carnavales…   
Si bien son de cabal importancia las aportaciones históricas, políticas, económicas, sociales y artísticas, no puedo dejar de mencionar que personalmente me provocaron un profundo impacto las descripciones del comercio y la trata de esclavos, costumbre tan arraigada durante tantos años en América latina; las marcadas estratificaciones sociales, discriminatorias hasta límites insospechados incluso en la misma Europa esclavista, más cercanas al apartheid sudafricano que a la servidumbre medieval, y cómo estás comunidades altamente marginadas fueron las que generaron el progreso, desarrollo y evolución de las ciudades post-medievales hasta prácticamente nuestros días. Respecto a este tema, es particularmente interesante el ensayo de Mercedes García Rodríguez y el de Enrique Sosa, en los que se detalla fehacientemente la estratificación social de la Habana del s. XVIII: Ciudad sucia por no contar con alcantarillado, los esclavos del servicio doméstico arrojaban a la calle todo tipo de basuras e inmundicias, provocando con ello olores infectos y repugnantes, que obligaron al cabildo a prohibir tales prácticas por medio del siguiente edicto:
La persona que cogiere algún esclavo o esclava echando basura en dichas marinas, cortinas de la Muralla o baluartes, así como en plazas o calles, lo traiga ante su excelencia y que su amo pague 4 reales de multa, además, que su esclavo sea obligado a limpiar las basuras que hubiere en dicho sitio”.
Pero esta medida no parece haber frenado la perjudicial costumbre habanera de no cuidar el entorno. En 1717 el procurador general de La Habana, don Pedro Fernández de Velasco, se quejaba ante el Cabildo de que:
… “las principales calles de la ciudad continuamente están cenagosas, contrariamente al decoro público que deben mantener… faltándose al a providencia que he hecho para el aliño y aderezo de todas las calles, que se necesita para el bien público… esta suciedad se debe en gran medida al perjuicio de tener negras mulatas y otras personas de baja condición, con bodegones cercanos al puerto, en cuyas puertas y fronteras arrojan las inmundicias de la comida y bebida que les sobra, y de sus aguas sucias, lo que hace formar un cenagal en las calles, que se levanta al movimiento del viento o con el paso de cualquier calesa, produciendo olores que causan notable corrosión al aire, y que, difundido con gran extensión, provoca una constante pestilencia y muchas veces degenera en epidemias”…

Los usos y costumbres, tradiciones, gastronomía, baile y música de las clases más bajas, esencialmente esclavos negros, la clase más denigrada y despreciada de la sociedad cubana, permanecieron, a pesar de mayúsculos esfuerzos por desarraigarlas, y suponen hoy día un legado importante, aunque por desgracia algunas de ellas hayan quedado relegadas o hayan desparecido totalmente. Algunas de las partes del texto que detallan las singularidad de estas costumbres y los encuentros o tropiezos con agentes de raza blanca y alto status, se narra en las siguientes líneas (pag 92-93; 96, 97, 100, 101, 111).
No menos interesante es el ensayo de Adriana Gil Maroño, durante su delicioso recorrido  por la vida cotidiana de Veracruz a finales del s. XVIII, al igual que el de Judith Hernández Aranda, sobre la procedencia del nombre de la Isla de Ulúa (pg. 149).

Una de las múltiples curiosidades que quedan de manifiesto en el libro, es el porqué del acento jarocho y habanero. Las palabras de Álvaro Alcántara López lo refleja esta síntesis de su texto: 
A inicios del s. XVII tanto en la Habana como en Veracruz, el calor era agobiante y el aire malsano. Los pantanos que rodeaban las nacientes ciudades estaban infestados de alimañas y mosquitos transmisores de enfermedades como el denominado vómito negro o la fiebre amarilla. Durante este período, un gran número de españoles arriban al puerto, aunque en poco tiempo se trasladaban a regiones interiores más templadas, de modo que “decir pueblo de españoles resulta mera convención, pues son apenas unos cuantos factores europeos, preferentemente andaluces, vascos, catalanas y lusitanos, quienes al ser los únicos en soportar las inclemencias del clima, controlan los intercambios comerciales del puerto con el extranjero y el naciente mercado interno regional”. Tanta razón tienen estas palabras, que se usa con frecuencia la denominación “Afroandaluz”.
     En otro extracto, el autor comenta:
“Los grados de libertad no son extraños si se piensa que este puerto, inhabitable para los europeos, le ha permitido a la población africana y a sus descendientes, sentirse como en casa”. Incluso gozaban de excepciones legales para cultivar, comerciar, pagar tributos, montar a caballo, portar armas o tener propiedades.
La importancia estratégica de la Habana queda reflejada en el relato de Humboldt, (pg. 196) lo cual se corresponde con una importancia similar del Puerto de Veracruz, si bien esta última ciudad no pareció tener la significación –al menos en sus inicios- que tuvo la Habana, cuestión que aparece claramente especificada a lo largo del libro.
Como datos interesantes se detallan una serie de circunstancias generalmente obviadas en la historia común, que podría recrear mucho mejor una novela, como por ejemplo lo que resultaba más desagradable para los Europeos (pág. 221, 227 y 229), o las costumbres desaparecidas (pág.  231) Los cambios políticos ligados a la libertad de comercio afectaron a los comerciantes de Veracruz, en específico la constitución de 1812 de las Cortes de Cádiz, adaptadas por México (pg. 280-81) Y en cuanto a la música, la introducción del Danzón cubano y otros bailes, el nacimiento de la salsa a partir de ritmos antillanos, el baseball, entre otras actividades, que dejaron profunda huella tanto en el deporte como dentro del sector industrial, al establecerse como mano de obra calificada en la industria tabaquera, esencialmente los puros, y en el azucarero, entre finales del S. XIX y principios del XX.
Narrada con precisión la intervención de Estados Unidos tanto en Cuba como en Veracruz (pag 335, 339, 345, 352)
Los invasores norteamericanos, llegado el tedio de la armada tras la invasión, no se interesaban en el lugar donde estaban y hacían apología de un racismo superlativo.
Si acaso, la mayor similitud entre la Habana y Veracruz sea la música, por tener las mismas raíces española y Africana en mayor medida y por ser herederas la una de la otra. Es la música, tras la detallada descripción de la evolución del base ball, el broche final con que nos deleita el libro, el elemento artístico más representativo de la historia de Cuba y Veracruz. Las raíces del Danzón, de los sones caribeños, del mambo y la salsa, los músicos que la hicieron inmortal, y finalmente, una extensa mención a los carnavales, su evolución y decadencia en ambas ciudades.

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