Malos tiempos para la lírica
Malos tiempos para la lírica. Y para la épica. Cien años del nacimiento de Gabriel Celaya o de José Luis Cano, con su vieja memoria poética diluyéndose en el olvido, en esta era en la que el Ibex machaca sin piedad a los sonetos. Ahora, más que nunca, harían falta goliardos que le explicaran a Sarkozy y a Merkel que a Europa más le convendrían carminas burana que constituciones hechas a la medida del déficit. Pero, ¿qué qasida lanzar contra los bombardeos en Libia o la represión en Siria; con qué gacela alimentar los sueños de Gaza? A Somalia le hacen falta versos de construcción masiva, poesía necesaria como el pan de cada día.
También a este lado del mundo andamos hambrientos, aunque sea de valores; asediados por la engañifa de quienes cometieron el crimen del neoliberalismo y ahora quieren resolverlo. No estaría mal citar a aquel pastor de Orihuela que pedía al toro de España que despertase o a ese alegre pero combativo escritor de Granada que apostaba por cortarle el cuello al capitalismo. Quizá por ello, el paredón y la cárcel. Corren malos tiempos para la lírica, para la épica y para todos porque con frecuencia olvidamos que la poesía es un arma cargada de futuro. Y sobre todo un alma cargada de presente.
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