domingo, 28 de agosto de 2011

Lorca y Pizarro, la ESPERANZA

Lorca y Pizarro, la ESPERANZA

María I. Elizalde investiga la amistad que unió a los dos escritores a través de sus cartas · La autora, que confirma el optimismo con que ambos se enfrentaban al mundo, espera contestar interrogantes como la fecha en la que se conocieron
Manuela De La Corte / Granada | Actualizado 28.08.2011 - 05:00
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Los dos amigos, en la Huerta de San Vicente.
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María I. Elizalde lleva años investigando el triángulo formado por María Zambrano, Miguel Pizarro y Lorca. En este marco ha venido desvelando la intensa relación entre Pizarro y el poeta granadino. Más allá de los interrogantes que aún quedan por responder -como la fecha en la que los dos amigos se conocieron-, la autora reafirma en las cartas que intercambiaron que, además de la profunda admiración que sentían el uno por el otro, a Lorca y Pizarro les unió a pesar del tiempo que les tocó vivir el mismo optimismo.

Le conmueve a Elizalde la esperanza que ambos expresaban. "Una y otra vez los epistolarios dan cuenta de la alegría y la esperanza común en los dos, antes del desastre que supuso la guerra. Más allá de los vericuetos y desbarajustes en sus jóvenes vidas, mantenían un tono vital luminoso, sientes en sus voces una vibración que apunta al porvenir, ese tono que hoy se echa tanto en falta". Pero tuvo lugar el alzamiento de los generales en 1936. A Lorca lo asesinaron ese mismo año y a Miguel Pizarro, recuerda Elizalde, "se le incrustó un silencio muy profundo del que solamente he encontrado una única exteriorización en un poema que escribió a su esposa parafraseando el 'Verde que te quiero verde' pero que Pizarro termina con unas palabras conmovedoras: 'voz ausente, Federico'. Nada más tres palabras capaces de transmitir tanto".

Detrás de la fotografía que conserva la Fundación García Lorca hay una historia de amistad gracias a la cual Elizalde va dibujando poco a poco las riquísimas personalidades de dos amigos que son hoy epígonos de su tiempo. Descubre la autora a un García Lorca "risueño, preocupado, activo y creativo, generoso; en fin, al hombre de carne y hueso, como diría Unamuno. Sus relaciones con Fernando de los Ríos y Manuel de Falla cuentan de él también la seriedad con la que se entendía a sí mismo". De Miguel Pizarro, en cambio, ha descubierto "hasta qué punto el epíteto que engarzó a su nombre García Lorca era cierto: '¡Miguel Pizarro! ¡Flecha sin blanco!".

En sus investigaciones, Elizalde busca encontrar explicaciones desde la Filosofía y la Estética a los usos que se le están dando a nuestro pasado para construir la historia. "María Zambrano, filósofa amiga de García Lorca y prima de Pizarro, creyó siempre que la II República en España significó un momento auroral, tan escasos en la historia universal". "Así lo creo yo también", dice, "pues se armonizaron ilusiones y proyectos pedagógicos liberales como el de Giner de los Ríos, varias generaciones de intelectuales se encontraron, que luego derivarían en la actual nomenclatura de la Edad de Plata; se pretendía la europeización, el fin del caciquismo, se discutían los derechos humanos de la mano de Fernando de los Ríos. Y ese gran proyecto se truncó en el 36".

Elizalde sostiene que las generaciones posteriores "hemos perdido una tradición de peso que cuesta recuperar, la heterogeneidad quedó silenciada o exiliada en el franquismo, quizás la que mejor nos explica como sociedad". García Lorca y Pizarro "nos cuentan mucho de nosotros mismos a través de sus obras pero también de su forma de querer vivir".

Hasta la fecha, la autora ha consultado fondos de hemerotecas, como el de la Casa de los Tiros en Granada, la hemeroteca digital y los archivos personales que se encuentran en la Biblioteca Nacional de España, así como el fondo de la Fundación Federico García Lorca y de la Residencia de Estudiantes. Basándose sobre todo en los epistolarios, no obstante considera fundamental "el relato de la memoria que me han regalado familiares y estudiosos de los autores". En otoño, Elizalde ampliará su investigación accediendo al archivo personal de Miguel Pizarro, custodiado por su hija Águeda Pizarro, en cuyos diarios personales espera hallar respuestas como la fecha en la que ambos amigos se conocieron.

"Según consta en la biografía Miguel Pizarro, flecha sin blanco, escrita por su hija y sobre la que trabajo, debieron conocerse en el instituto General y técnico de Granada, a pesar de que Pizarro era un año mayor. No obstante, hace muy pocos días leí una carta de Jorge Guillén a Francisco García Lorca, de 1957 en la que Guillén cita un comentario de Melchor Fernández Almagro: 'Por cierto, que no creo -dice Melchor- que Federico y Miguel fuesen amigos de la niñez, pues debieron de conocerse hacia 1915'. Jorge Guillén, Francisco García Lorca, Ángel del Río y la viuda de Miguel Pizarro, Gratiana Oniçu, estaban preparando en Estados Unidos la publicación póstuma de Versos y Auto de los despatriados que Pizarro había escrito en los años 50. Guillén prologaría la obra y la duda sobre el primer encuentro ya surge entonces. ¿A quién creer?", se pregunta la autora.

Lo cierto es que el poco tiempo que los dos amigos pudieron compartir fue suficiente para quererse "como se quieren dos amigos, con sus silencios y sus complicidades, con sus juegos". Esta amistad se afianzó en las tertulias de El Rinconcillo en el Café Alameda, donde compartían pensamientos con otros como Melchor Fernández Almagro o los hermanos Montesinos. Para alguien como Pizarro aquellas tertulias "lo significaron todo: la amistad, la libertad, compartir un sentido estético y filosófico, la discusión política, los versos escritos y recitados, las bromas del poeta Capdepón que inventaron entre los rinconcillistas, la puesta en práctica de la ideología de la Institución Libre de Enseñanza que Fernando de los Ríos, don Fernando, había llevado a la Facultad de Derecho granadina y también a la mesa de los rinconcillistas, el nuevo aire frente al soporífero clasicismo del Centro Artístico de Granada, la ilusión de fundar nuevas revistas como la revista Granada...".

Dieciséis años después, en 1931, el propio Miguel Pizarro describiría desde Japón qué significó para él El Rinconcillo: "Todo lo que ha sido separarnos y dejar esa comunicación resulta en un endurecimiento de espíritu. Si algunos aparecen como degenerados, yo entre ellos, de aquella excelencia casi angélica, es por eso, Federico. Calculamos mal. No éramos la palmilla real. Estábamos hechos, y no todos, para navegar juntos por los mismos mares o para pasear en otra Academia ungiendo el aire de hermosas razones, y elaborar en la intimidad nuevos diálogos platónicos en el mismo estilo". [Este fragmento forma parte de una carta dirigida a García Lorca en la que celebra la publicación del Poema de cante jondo, la proclamación de la II República y diserta sobre el amor de amistad].

¿Y qué significó para Lorca? "Quizás algo parecido, aunque yo diría que el apoyo que encontró en los amigos para sus planes de viajar a Madrid fue fundamental". Elizalde se apoya en el epistolario completo de García Lorca editado por Christopher Maurer: "José Mora Guarnido escribía a Federico desde Madrid: 'Debías venir aquí; dile a tu padre en mi nombre que te haría, mandándote aquí, más favor que con haberte traído al mundo". Finalmente, sería Fernando de los Ríos quien terminaría convenciendo a los padres del poeta "para que le dejaran salir de Granada y seguir con sus estudios en la Residencia de Estudiantes de Madrid.

"Tampoco debemos olvidar", subraya, "que Federico era el músico del grupo, la sorpresa e inmediato aplauso que le dedicaron los rinconcillistas cuando publicó su primer texto fue unánime, hasta Gallego Burín comenta en carta a Melchor Fernández Almagro la tremenda sorpresa que se había llevado leyendo a su amigo".

Mientras Federico seguía aún indeciso sobre qué arte elegir, Pizarro ya escribía poesía, recitaba e incluso se atrevía con la dramaturgia. "Pizarro pudo influir en García Lorca como se influían todos entre sí y como todo influía a García Lorca, que tenía esa memoria prodigiosa para las anécdotas según cuenta Francisco García Lorca".

Elizalde explica que Pizarro era ya de joven un estudioso de la mística, devoraba novela y poesía, Nietzsche le había desvelado el sentido filosófico, era un "liderato", decía su hermana Esperanza, era el exaltado del grupo rinconcillista. "Pero también era pura sensibilidad, él mismo así se define en algunas cartas de madurez y así lo definió Lorca en su dedicatoria de Impresiones y paisajes: 'A mi queridísimo amigo, Miguel Pizarro, enorme sensual, exquisito enamorado, espíritu que tiembla ante los cuatro vientos del espíritu, que tiene un alma inquieta plena de apasionamientos constantes que se apagan y se encienden como luces nocturnas perdidas en una vega de ensueños. Con todo mi corazón, Federico".

García Lorca explicaba a su hermano en una carta que Pizarro le ayudaba a revisar Suites, Poemas del Cante Jondo y Canciones. "Estoy arreglando mis libros; me ayuda Pizarrillo". Era 1925, cuenta Elizalde que Pizarro había regresado a España por primera vez (lo haría en muchas ocasiones), había retomado la relación con María Zambrano y estaban los dos amigos en Granada. "Miguel lo ayudaría a escoger, ordenar y arreglar sus poesías. Si hay algo que llama mucho la atención en la personalidad de Miguel Pizarro es la total falta de vanidad y la generosidad que mostró en muchos de sus actos, tanto en España como en el exilio, la humildad es muy característica en la percepción que tiene de sí mismo, quizás acrecentada con el estudio y comprensión de la filosofía budista que llevó a cabo en Japón".

En una carta desde Madrid de 1920, escrita muy "entrañablemente" por Fernández Montesinos, Melchor Fernández Almagro, Paquita y Manuel Ángeles, y Pizarro, se nota hasta qué punto se admiraban y querían los dos amigos. Pizarro le escribía: "Genial Federico: te admiro ahora más que nunca. Te recuerdo con sentimiento y deseo que vengas pronto a Madrid. ¿Qué quieres que te diga? (...) Escríbeme una carta muy cariñosa y yo te contestaré poniendo el corazón". En una carta de Federico a sus padres, escribía desde Madrid en 1919: "Recuerdos a todos los tiíllos estupendos del café. Valen muchísimo. Ahora que trato a estos literatillos sé el talentazo que tiene Pizarro y Soriano...".

¿Qué diferenciaba a esta amistad de otras más conocidas de García Lorca? "Es un poco aventurado responder pero a veces se siente la tristeza familiar de Pizarro, huérfano de madre desde la infancia, y se siente la luz de Federico alegrándola. La complicidad de la amistad incondicional se lee en algunas palabras". En una carta de García Lorca a Fernández Almagro en el tiempo en que Miguel Pizarro estaba a punto de irse a Japón como lector de español, le decía: "A Pizarrín muchas cosas. Dile que lo amo".

El motivo de la huida a Japón de Pizarro fue seguramente "la prohibición del noviazgo con su prima María Zambrano (prohibición que no sirvió más que para que retomaran y abandonaran una y otra vez las relaciones hasta, al menos, 1936), que Blas Zambrano tildó de 'amores incestuosos'. Federico García Lorca había conocido a María Zambrano a través de Miguel Pizarro, la vida intelectual hervía en Madrid de esos años veinte, ellos formaban parte de lo que luego se llamaría la Edad de Plata, pero Pizarro renunció a eso y lo que es peor, a su futuro que asomaba brillante, pues ya estaba trabajando como redactor en el liberal diario El Sol, de Ortega y Gasset y Urgoiti. Y parece que en esas pocas palabras de Lorca están presentes esas 'razones del corazón que la razón no conoce', de Pascal y que María Zambrano cita cuando trata de la piedad. Ya desde mitad de su viaje parece que le responda Miguel, en una postal enviada desde Port Said: "Aunque no quieras que te escriba, un abrazo".

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