viernes, 5 de agosto de 2011

Alucinante Escher

el lobo gentil

Alucinante Escher

Chipo Martínez | Actualizado 04.08.2011 - 01:00

HAY una exposición harto interesante en Granada que no quisiera perderme. Para más señas, en El Parque de las Ciencias y en la Alhambra (palacio de Carlos V). Celebra el 75 aniversario de la visita que Escher, uno de los dibujantes más sorprendentes del siglo XX, hizo a esta ciudad y que tuvo clara influencia en el posterior desarrollo de su alucinante obra.

Descubrí a Maurits Cornelius Escher allá por los años 70 en un libro de pasatiempos matemáticos del divulgador y experto en ellos, Martin Gardner. Lo citaba como ejemplo de la lúdica y no menos ingeniosa división geométrica de un plano para crear una obra de arte. Como muestra, incluyó una reproducción de su famoso Horseman, de la que un servidor quedó tremendamente fascinado. Intenté hacerme con algún libro sobre su obra, pero fue en vano; no lo encontré en Almería, ni siquiera en Madrid. Fue en un viaje de ocio a Londres cuando pude conseguir una edición de litografías de este genio. Recuerdo que nos pasamos cinco o seis horas, sin salir del hotel, ojeando, una y otra vez, las increíbles láminas de Escher. Me extrañó no haber encontrado antes el singular testimonio de este portentoso artista, pero lo cierto es que, aunque inició su carrera en los 20, no llegó a conocerse iscretamente hasta los años sesenta, siendo póstumamente reconocido en el transcurso de los 70.

Escher nació en Holanda (1898) y manifestó desde niño una singular habilidad con el lápiz. Su padre quiso que fuese arquitecto, mas nunca mostró mucha afinidad con los números, algo chocante, dado que su obra es estudiada por prestigiosos matemáticos. Viajó por Italia a mediados de los 30, dejándonos una exuberante muestra de paisajes de Calabria o de la costa amalfitana, así como sorprendentes estampas de ruinas, iglesias o monasterios que conforman una colección que incita a revivir, en carne propia, aquellos periplos aventureros.

En 1936, vino a España por segunda vez, concretamente a Córdoba y a Granada. En la Alhambra se topó con la intrincada ornamentación de arabescos en estucos y mayólicas; este encuentro fue la fuente de inspiración más fructífera de todas en las que pudo beber. Algunas de sus litografías rayan el hiperrealismo, aunque el mayor reconocimiento lo tienen los grabados en madera y aguafuertes, acuñando en ellos una de las mejores técnicas en la materia. No obstante, lo que define a este incalificable artista es su desbordante imaginación, creadora de mundos oníricos e imposibles, regidos por leyes físicas insostenibles. Él mismo confesó: "Yo no uso drogas, mis sueños ya son lo suficientemente horribles."

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