Carlos Lavín Figueroa
30/07/2011
Como he mencionado en otro artículo, el “Marquesado del Valle” es el nombre original, lo “de Oaxaca” es una confusión, no es parte del título, esto fue agregado en las últimas décadas por un error de apreciación en la cédula real del nombramiento (1). Este agregado le resta el predominio y la importancia que definitiva y categóricamente tenía Cuernavaca sobre los demás territorios del conquistador; de alguna manera, es un “malinchismo inconsistente”.
El marquesado es el único señorío otorgado en toda la Nueva España; éste no era una sola unidad territorial, ni llegaba de Cuernavaca a Oaxaca como se puede “razonar” someramente, ni a Chiapas, ni a Veracruz, ni a Morelia, ni a Toluca, ni a Coyoacán. En estos lugares se encontraban siete regiones o Alcaldías Mayores separadas, conformadas con nueve parcialidades aisladas, con sus Alcaldías Menores, villas y pueblos; sumaban 11,550 kilómetros cuadrados. Es la de Cuernavaca la que el conquistador prefirió y distinguió, la que eligió para ser su domicilio familiar y oficialM; era la mayor como unidad territorial, tenía una extensión de 4,100 kilómetros, más de la tercera parte incluidas todas, abarcaba casi todo el estado de Morelos, menos la parte más sureña, que colinda con Puebla y Guerrero, ya que en esta región se localiza el mineral de Huautla entonces productor de oro (hasta hace poco), este se lo adjudicó la corona española. En los inicios del marquesado estaba incluido, así como parte de Puebla.
Cortés tenía semiabandonado su marquesado, ya que a principios de 1540 fue a atender a España juicios en su contra (por pleitos de propiedades e intrigas) iniciados por sus enemigos (uno de ellos terminó siendo su consuegro post mórtem), mismos que a la conquista trajo como sus subalternos, y se le prohibió regresar a América hasta que se resolvieran, murió sin ser resueltos el 2 de diciembre de 1547. En junio del 49, el rey autorizó la solicitud de Martín Cortés (el legítimo), quien apenas contaba con 16 años para que se hiciera un inventario de sus bienes. La Real Audiencia de la Nueva España comisionó al escribano Francisco Díaz para hacerlo y se decidió comenzarlo el 1 de julio por Cuernavaca y los pueblos cercanos. Esta parte del inventario es la única que se conoce y nos permite saber cómo vivía Cortés en la casona principal (2) que tenía en Cuernavaca y cómo se manejaban algunas de las propiedades industriales, agrícolas y ganaderas que tenía en los alrededores.
A la marquesa viuda, Doña Juana, altiva y hosca, no parecieron agradarle estos actos testamentarios promovidos por su hijo Martín, heredero de marquesado y mayorazgo. No se dignó a hablar con el escribano ni permitió el paso a sus aposentos en la parte superior de la casona ni consintió, con razón que entrasen al inventario sus joyas y ropas personales, como se apuntó en la parte final del inventario. Doña Juana se limitó a comisionar a su camarera, Lucía Paz -tal vez pariente de Cortés- para que guiase al escribano y le mostrase las pertenencias del difunto Marqués del Valle.
Lo que la marquesa permitió ver e inventariar de la casona (“Palacio”) de Cortés fue sólo lo de la parte baja y da una idea notoriamente incompleta de lo que debió ser aquella casa. Su mayor riqueza parecen ser 21 tapices, probablemente flamencos, mas ocho antepuertas también de tapiz y 14 alfombras de todo lo cual se precisan sus dimensiones y diseños. Además de las tapicerías, de los muros pendían también 15 guadamecíes pintados (cueros con repujados en relieve y coloreadas, de origen árabe que se producían sobre todo en Córdoba). El adorno lo completan dos espadones, un jaez (adorno) para caballería, cuatro doseles (pabellones). Para el caso de que llegaran a la casa dignidades, varias sillas, sillones y bancas y tres cofres uno de ellos de Flandes.
Faltan desde luego las mesas, que debió haberlas; así como el comedor formal y puede notarse además, que no se menciona ni un cuadro ni un libro. Doña Juana tenía un devocionario.
La plata que mostró el repostero al escribano no muestra tampoco la riqueza esperada: 61 piezas en total, incluyendo cucharillas y objetos para el culto religioso, menos de lo que suele tener una mediana casa burguesa.
En la capilla había ornamentos varios: casullas, frontales, estolas, albas, amitos y manípulo, y aquí sí había once libros litúrgicos: misales, salterios y de canto llano. El repostero Francisco de Tordesillas no mostró vajilla alguna, y con esto terminó su declaración jurada.
En la cocina, la camarera Lucía Paz mostró trece cacharros, en su mayoría de cobre, y dos esclavas negras, una de dieciséis años y otra de cinco o seis.
En la huerta y el molino “de pan moler” contiguos a la casa había nueve esclavos negros y dieciséis esclavos indios, hombres y mujeres con sus hijos, la mayor parte de los indios con oficios varios: sastres, hortelanos, cordoneros y cocineros.
La armería estaba bien provista: 112 armas portátiles: arcabuces, escopetas, lanzas, ballestas, espadas y rodelas (escudos); diez cañones o tiros de hierro o de bronce; piezas de armaduras, accesorios o materiales navales y militares, herramientas de taller, caseras y para labores agrícolas, nueve costales y barriles de pólvora. Esta armería estaba donde ahora está el restaurante frente al “palacio” (antes Casa Cárdenas) ahí estaba “el polvorín”. Allí también se guardaban 16 “sillas de cadera” (fabricadas en Granada) y once bancas nuevas, quizá recién llegadas. En lugar cercano había 52 puercos. Todo quedaba dentro de la barda perimetral que tenía la gran casona, barda que existió hasta el último cuarto del siglo XIX.
Hernando Mirón, el caballerango de Cortés, guardaba siete caballos, dos de ellos “muy buena persona de caballos”, 17 potros, dos mulas de silla y varios apareos y jaeces (arreos) de caballerías. El taller del herrador estaba provisto de 20 herramientas.
En el campo: el primer ingenio en América Continental fue el de Axomulco, se fundó en 1529, ubicado en el lugar luego llamado San Buenaventura de Guaxomulco al norte de Cuernavaca (después fue Rancho Cortés, hoy Fraccionamiento Rancho Cortés), el conquistador era sólo dueño de un séptimo de la propiedad. Este ingenio se convirtió en fábrica de alcohol a principios del siglo XIX y de ésta son los restos actuales.
El ingenio de Tlaltenango fundado en 1532, era la agroindustria más importante que tenía Cortés en la región. Además de sus extensos cañaverales y del propio ingenio para la fabricación del azúcar, tenía capilla, panadería, carnicería, taller mecánico, batan y obraje para la fabricación de telas; bueyes y carretas para el trabajo, puercos, ovejas, caballos, novillos y una buena provisión de esclavos. El ingenio contaba con dos casas grandes, una de altos y bajos con dos prensas y otra llamada “de purgar” para refinar el azúcar, así como casas en torno para españoles, esclavos y gente de servicio. Los esclavos negros eran 56 en total, 35 hombres y 21 mujeres, más 16 niños. Entre los implementos inventariados se encuentran algunos hierros para sujetar esclavos. Había también 82 esclavos indios y 83 mujeres; el mayor, Mateo, tenía 108 años, en total eran 221 esclavos. La producción de azúcar existente en julio de 1549 fue de 99,3 toneladas. El mayorazgo tenía un expendio de azúcar en la ciudad de México, en una de las tiendas de “las casas viejas de Cortés”, donde se vendía parte de la producción, que además debió proveer otras ciudades y pueblos de la Nueva España.
En cuanto a tierras y sembradíos de caña de azúcar, pertenecientes al ingenio de Tlaltenango, el inventario enumera 40 tierras de cañaverales de diversas edades en las cuales hay un pequeño viñedo- con un total de 152 hectáreas. En uno de esos 40 terrenos anotó un humilladero o capilla rústica, hoy en día el llamado Chapitel del Calvario, que actualmente está dentro de la ciudad.
Como Tlaltenango, el ingenio de Axomulco tenía “casa de purgar” y casas de vivienda para españoles, esclavos y servicio. Además se sembraba trigo maíz y naranjales.
Ahí sólo había 18 esclavos negros, tres negras, tres negrillos y seis indios. Su ganado era de 19 bueyes, con sus aparejos, doce cabras y un cabrón. Y todos los aparatos y utensilios necesarios.
En la primera mitad del siglo XVI, el ingenio de Veracruz y el de Tlaltenango fueron los más importantes del Nuevo Mundo.
Aunque nunca permitió que nadie más asentara empresas dentro de su marquesado, hubo una excepción para su fiel secretario Bernaldino del Castillo a quien incluso ayudó a construir el ingenio de Amanalco en 1535.
En Tejalpa tenía el conquistador, vuelto hacendado, cuatro casas grandes de piedra para “cocinar” y guardar el trigo y caballerizas. En la huerta de Chinampa en Acapixtla, tenía membrillos, manzanos, perales, higueras y viña, en una extensión de 11,400 m²; un campo de moreras en tierras que no eran suyas y una huerta con árboles frutales. En Atlicaca (Acatlipa) tenía parte de sus caballerizas: 61 potros, dos caballos y 18 machos al cuidado de un esclavo indio, con un corral grande de piedra y dos apartamentos. En Tlacomulco, tenía un almacén de trigo. En Tlaltizapán, que había legado a su hija Catalina Cortés Pizarro, tenía dos pesebres de piedra y un corral llamado la estancia de yeguas, en el que había 107 de estas, más 59 potrancas, 54 potros, 7 mulas, dos muletos y un rocín morillo [moro, árabe]; 230 en total. Los cuidaban dos esclavos, uno negro y otro indio, más una esclava india. Había también una paila (vasija) y herramientas. Ya que tenía buena provisión ganadera, llama la atención que no se mencionan asnos ni gallinas.
En Yautepec Cortés tenía una huerta con granados, membrillos, higueras, cedros, limas, limones y morales o moreras para cría de los gusanos de seda, trigales y una casa de campo y beneficio de trigo, en total 64.7 hectáreas.
En diez lugares de esta zona, en tierras rentadas que pertenecían a los pueblos y particularmente en Tetecala, Cortés había hecho cultivar pies de moreras, que el minucioso escribano Francisco Díaz conto en cada heredad (propiedad), con un total de 27,148 pies de moreras, algunas plantadas desde 10 años atrás. En toda la zona de Polanco, en el Distrito Federal, también tenía de estos sembradíos.
Las hojas de moreras sirven para la cría de los gusanos de seda, cuyo cultivo era el propósito de estos campos, aunque de dichos gusanos nada se dice en este inventario.
Un pariente de Cortés, Gonzalo de las Casas, escribiría un curioso libro, Arte para criar seda en la Nueva España (Granada, 1581) en el cual relata que hacia 1523 o 1524 Cortés llevó larvas de gusano de seda a su casa de Cuernavaca. Pero como nadie sabía cómo cuidarlos adecuadamente para su reproducción, murieron. Cuando fue a España en 1530, Cortés pago 30 ducados a una española para que trajese simiente de gusanos de seda.
La española experta traída por Cortés en 1530 no fue muy eficaz o acaso lo impidieron los muchos obstáculos que el conquistador y sus acompañantes tuvieron en aquellos días. A pesar de que el cultivo no prosperaba, Cortés seguía sembrando moreras, en nuevos campos. Cuando volvió a España en 1540, su apoderado y primo Juan Altamirano prosiguió su empeño, contrató un nuevo experto, Cristóbal de Mayorga, aumentó los campos de moreras y trasplantó otros y hacia 1545 hizo construir en Yautepec la casa de campo ya descrita en el inventario, que se dedicó al cuidado de los capullos y al hilado de seda. La primera producción efectiva debió ocurrir en la primavera 1546, estando Cortés en España, un año antes de su muerte.
En la Europa de esa época había mucha demanda de las especias de la India y las sedas de la China, los turcos habían cerrado el paso de estas rutas. Por esta razón Cortés sembró grandes plantíos de moreras (matorrales que sirven para la cría de gusanos de seda) para posteriormente traer simientes de esas larvas y producir seda en su marquesado, concretamente en Cuernavaca y sus alrededores para aprovechar la destreza que tenían los tlahuicas en el hilado y tejido de telas de algodón y poder comercializarlas tanto en península Ibérica como en el Nuevo Mundo.
El virrey Antonio de Mendoza tenía instrucciones de devolver a los indios las tierras que Cortés les hubiese ocupado. Los indios recuperaron sus tierras pero dejaron secar las moreras y no cuidaron los gusanos, acabándose así la producción de seda.
Como no es raro que ocurra hasta en las mejores familias, Doña Juana de Zúñiga no tuvo relaciones pacíficas con su hijo don Martín Cortés por cuestiones de dineros y varias veces sus desavenencias llegaron a los tribunales. A pesar de la extensión de las posesiones y la multiplicidad de las empresas, los rendimientos líquidos del marquesado eran reducidos y debieron agotarse por las exigencias de don Martín. De ahí que no pudieron cumplirse muchas de las disposiciones del testamento de Cortés, como la construcción del convento y escuela de Coyoacán y que fuera difícil hacer los numerosos pagos y pensiones a sus otros hijos y familiares dispuestos por él.
Doña Juana pleiteó en 1548 con su hijo el Marqués por alimentos; en 1550 por el pago de su dote que Cortés señaló en 10 mil ducados y reclamó 17 mil por bienes multiplicados del marquesado. En 1558 y 1561 por las dotes de sus hijas Catalina y Juana y “sobre pesos”. En 1567 por la pensión vitalicia que obtuvo para su hermano fray Antonio de Zúñiga y en 1568 sobre bienes del marquesado. Además don Martín tenía atrasos hasta de 10 años en los pagos de las pensiones de sus hermanas Juana y María. En 1550 la hija del conquistador Catalina Pizarro fue despojada de su herencia por su madrastra doña Juana con la complicidad del licenciado Juan Altamirano primo y administrador de Cortés, quitándole sus propiedades heredadas cercanas a Cuernavaca y fue internada en un convento de España por el resto de su vida.
El ingenio de San Antonio Atlacomulco o la “Hacienda de Cortés” es posterior y perteneció a los descendientes del conquistador, en el siglo XIX fue administrado con los otros bienes de los herederos de Hernán Cortés por Lucas Alamán el mismo que fue presidente de México en 1829.
Ver artículo “Hernán Cortés y el rey Carlos, su trato” de este mismo autor en este Diario del 6 de noviembre del 2010.
Hoy llamado “Palacio” de Cortés. Se le llamó así siglos después de construido cuando se usó para sede del gobierno, ver artículo de este autor de fecha 17 de junio del 2009. Es el edificio civil conservado más antiguo de América Continental cuyo modelo se tomó de la villa italiana Chigi delle Volte y no del Alcázar de Diego Colón en Santo Domingo, ver artículo del 30 de octubre del 2010 “Cortés funda en Cuernavaca su residencia”.
Cortés tenía semiabandonado su marquesado, ya que a principios de 1540 fue a atender a España juicios en su contra (por pleitos de propiedades e intrigas) iniciados por sus enemigos (uno de ellos terminó siendo su consuegro post mórtem), mismos que a la conquista trajo como sus subalternos, y se le prohibió regresar a América hasta que se resolvieran, murió sin ser resueltos el 2 de diciembre de 1547. En junio del 49, el rey autorizó la solicitud de Martín Cortés (el legítimo), quien apenas contaba con 16 años para que se hiciera un inventario de sus bienes. La Real Audiencia de la Nueva España comisionó al escribano Francisco Díaz para hacerlo y se decidió comenzarlo el 1 de julio por Cuernavaca y los pueblos cercanos. Esta parte del inventario es la única que se conoce y nos permite saber cómo vivía Cortés en la casona principal (2) que tenía en Cuernavaca y cómo se manejaban algunas de las propiedades industriales, agrícolas y ganaderas que tenía en los alrededores.
A la marquesa viuda, Doña Juana, altiva y hosca, no parecieron agradarle estos actos testamentarios promovidos por su hijo Martín, heredero de marquesado y mayorazgo. No se dignó a hablar con el escribano ni permitió el paso a sus aposentos en la parte superior de la casona ni consintió, con razón que entrasen al inventario sus joyas y ropas personales, como se apuntó en la parte final del inventario. Doña Juana se limitó a comisionar a su camarera, Lucía Paz -tal vez pariente de Cortés- para que guiase al escribano y le mostrase las pertenencias del difunto Marqués del Valle.
Lo que la marquesa permitió ver e inventariar de la casona (“Palacio”) de Cortés fue sólo lo de la parte baja y da una idea notoriamente incompleta de lo que debió ser aquella casa. Su mayor riqueza parecen ser 21 tapices, probablemente flamencos, mas ocho antepuertas también de tapiz y 14 alfombras de todo lo cual se precisan sus dimensiones y diseños. Además de las tapicerías, de los muros pendían también 15 guadamecíes pintados (cueros con repujados en relieve y coloreadas, de origen árabe que se producían sobre todo en Córdoba). El adorno lo completan dos espadones, un jaez (adorno) para caballería, cuatro doseles (pabellones). Para el caso de que llegaran a la casa dignidades, varias sillas, sillones y bancas y tres cofres uno de ellos de Flandes.
Faltan desde luego las mesas, que debió haberlas; así como el comedor formal y puede notarse además, que no se menciona ni un cuadro ni un libro. Doña Juana tenía un devocionario.
La plata que mostró el repostero al escribano no muestra tampoco la riqueza esperada: 61 piezas en total, incluyendo cucharillas y objetos para el culto religioso, menos de lo que suele tener una mediana casa burguesa.
En la capilla había ornamentos varios: casullas, frontales, estolas, albas, amitos y manípulo, y aquí sí había once libros litúrgicos: misales, salterios y de canto llano. El repostero Francisco de Tordesillas no mostró vajilla alguna, y con esto terminó su declaración jurada.
En la cocina, la camarera Lucía Paz mostró trece cacharros, en su mayoría de cobre, y dos esclavas negras, una de dieciséis años y otra de cinco o seis.
En la huerta y el molino “de pan moler” contiguos a la casa había nueve esclavos negros y dieciséis esclavos indios, hombres y mujeres con sus hijos, la mayor parte de los indios con oficios varios: sastres, hortelanos, cordoneros y cocineros.
La armería estaba bien provista: 112 armas portátiles: arcabuces, escopetas, lanzas, ballestas, espadas y rodelas (escudos); diez cañones o tiros de hierro o de bronce; piezas de armaduras, accesorios o materiales navales y militares, herramientas de taller, caseras y para labores agrícolas, nueve costales y barriles de pólvora. Esta armería estaba donde ahora está el restaurante frente al “palacio” (antes Casa Cárdenas) ahí estaba “el polvorín”. Allí también se guardaban 16 “sillas de cadera” (fabricadas en Granada) y once bancas nuevas, quizá recién llegadas. En lugar cercano había 52 puercos. Todo quedaba dentro de la barda perimetral que tenía la gran casona, barda que existió hasta el último cuarto del siglo XIX.
Hernando Mirón, el caballerango de Cortés, guardaba siete caballos, dos de ellos “muy buena persona de caballos”, 17 potros, dos mulas de silla y varios apareos y jaeces (arreos) de caballerías. El taller del herrador estaba provisto de 20 herramientas.
En el campo: el primer ingenio en América Continental fue el de Axomulco, se fundó en 1529, ubicado en el lugar luego llamado San Buenaventura de Guaxomulco al norte de Cuernavaca (después fue Rancho Cortés, hoy Fraccionamiento Rancho Cortés), el conquistador era sólo dueño de un séptimo de la propiedad. Este ingenio se convirtió en fábrica de alcohol a principios del siglo XIX y de ésta son los restos actuales.
El ingenio de Tlaltenango fundado en 1532, era la agroindustria más importante que tenía Cortés en la región. Además de sus extensos cañaverales y del propio ingenio para la fabricación del azúcar, tenía capilla, panadería, carnicería, taller mecánico, batan y obraje para la fabricación de telas; bueyes y carretas para el trabajo, puercos, ovejas, caballos, novillos y una buena provisión de esclavos. El ingenio contaba con dos casas grandes, una de altos y bajos con dos prensas y otra llamada “de purgar” para refinar el azúcar, así como casas en torno para españoles, esclavos y gente de servicio. Los esclavos negros eran 56 en total, 35 hombres y 21 mujeres, más 16 niños. Entre los implementos inventariados se encuentran algunos hierros para sujetar esclavos. Había también 82 esclavos indios y 83 mujeres; el mayor, Mateo, tenía 108 años, en total eran 221 esclavos. La producción de azúcar existente en julio de 1549 fue de 99,3 toneladas. El mayorazgo tenía un expendio de azúcar en la ciudad de México, en una de las tiendas de “las casas viejas de Cortés”, donde se vendía parte de la producción, que además debió proveer otras ciudades y pueblos de la Nueva España.
En cuanto a tierras y sembradíos de caña de azúcar, pertenecientes al ingenio de Tlaltenango, el inventario enumera 40 tierras de cañaverales de diversas edades en las cuales hay un pequeño viñedo- con un total de 152 hectáreas. En uno de esos 40 terrenos anotó un humilladero o capilla rústica, hoy en día el llamado Chapitel del Calvario, que actualmente está dentro de la ciudad.
Como Tlaltenango, el ingenio de Axomulco tenía “casa de purgar” y casas de vivienda para españoles, esclavos y servicio. Además se sembraba trigo maíz y naranjales.
Ahí sólo había 18 esclavos negros, tres negras, tres negrillos y seis indios. Su ganado era de 19 bueyes, con sus aparejos, doce cabras y un cabrón. Y todos los aparatos y utensilios necesarios.
En la primera mitad del siglo XVI, el ingenio de Veracruz y el de Tlaltenango fueron los más importantes del Nuevo Mundo.
Aunque nunca permitió que nadie más asentara empresas dentro de su marquesado, hubo una excepción para su fiel secretario Bernaldino del Castillo a quien incluso ayudó a construir el ingenio de Amanalco en 1535.
En Tejalpa tenía el conquistador, vuelto hacendado, cuatro casas grandes de piedra para “cocinar” y guardar el trigo y caballerizas. En la huerta de Chinampa en Acapixtla, tenía membrillos, manzanos, perales, higueras y viña, en una extensión de 11,400 m²; un campo de moreras en tierras que no eran suyas y una huerta con árboles frutales. En Atlicaca (Acatlipa) tenía parte de sus caballerizas: 61 potros, dos caballos y 18 machos al cuidado de un esclavo indio, con un corral grande de piedra y dos apartamentos. En Tlacomulco, tenía un almacén de trigo. En Tlaltizapán, que había legado a su hija Catalina Cortés Pizarro, tenía dos pesebres de piedra y un corral llamado la estancia de yeguas, en el que había 107 de estas, más 59 potrancas, 54 potros, 7 mulas, dos muletos y un rocín morillo [moro, árabe]; 230 en total. Los cuidaban dos esclavos, uno negro y otro indio, más una esclava india. Había también una paila (vasija) y herramientas. Ya que tenía buena provisión ganadera, llama la atención que no se mencionan asnos ni gallinas.
En Yautepec Cortés tenía una huerta con granados, membrillos, higueras, cedros, limas, limones y morales o moreras para cría de los gusanos de seda, trigales y una casa de campo y beneficio de trigo, en total 64.7 hectáreas.
En diez lugares de esta zona, en tierras rentadas que pertenecían a los pueblos y particularmente en Tetecala, Cortés había hecho cultivar pies de moreras, que el minucioso escribano Francisco Díaz conto en cada heredad (propiedad), con un total de 27,148 pies de moreras, algunas plantadas desde 10 años atrás. En toda la zona de Polanco, en el Distrito Federal, también tenía de estos sembradíos.
Las hojas de moreras sirven para la cría de los gusanos de seda, cuyo cultivo era el propósito de estos campos, aunque de dichos gusanos nada se dice en este inventario.
Un pariente de Cortés, Gonzalo de las Casas, escribiría un curioso libro, Arte para criar seda en la Nueva España (Granada, 1581) en el cual relata que hacia 1523 o 1524 Cortés llevó larvas de gusano de seda a su casa de Cuernavaca. Pero como nadie sabía cómo cuidarlos adecuadamente para su reproducción, murieron. Cuando fue a España en 1530, Cortés pago 30 ducados a una española para que trajese simiente de gusanos de seda.
La española experta traída por Cortés en 1530 no fue muy eficaz o acaso lo impidieron los muchos obstáculos que el conquistador y sus acompañantes tuvieron en aquellos días. A pesar de que el cultivo no prosperaba, Cortés seguía sembrando moreras, en nuevos campos. Cuando volvió a España en 1540, su apoderado y primo Juan Altamirano prosiguió su empeño, contrató un nuevo experto, Cristóbal de Mayorga, aumentó los campos de moreras y trasplantó otros y hacia 1545 hizo construir en Yautepec la casa de campo ya descrita en el inventario, que se dedicó al cuidado de los capullos y al hilado de seda. La primera producción efectiva debió ocurrir en la primavera 1546, estando Cortés en España, un año antes de su muerte.
En la Europa de esa época había mucha demanda de las especias de la India y las sedas de la China, los turcos habían cerrado el paso de estas rutas. Por esta razón Cortés sembró grandes plantíos de moreras (matorrales que sirven para la cría de gusanos de seda) para posteriormente traer simientes de esas larvas y producir seda en su marquesado, concretamente en Cuernavaca y sus alrededores para aprovechar la destreza que tenían los tlahuicas en el hilado y tejido de telas de algodón y poder comercializarlas tanto en península Ibérica como en el Nuevo Mundo.
El virrey Antonio de Mendoza tenía instrucciones de devolver a los indios las tierras que Cortés les hubiese ocupado. Los indios recuperaron sus tierras pero dejaron secar las moreras y no cuidaron los gusanos, acabándose así la producción de seda.
Como no es raro que ocurra hasta en las mejores familias, Doña Juana de Zúñiga no tuvo relaciones pacíficas con su hijo don Martín Cortés por cuestiones de dineros y varias veces sus desavenencias llegaron a los tribunales. A pesar de la extensión de las posesiones y la multiplicidad de las empresas, los rendimientos líquidos del marquesado eran reducidos y debieron agotarse por las exigencias de don Martín. De ahí que no pudieron cumplirse muchas de las disposiciones del testamento de Cortés, como la construcción del convento y escuela de Coyoacán y que fuera difícil hacer los numerosos pagos y pensiones a sus otros hijos y familiares dispuestos por él.
Doña Juana pleiteó en 1548 con su hijo el Marqués por alimentos; en 1550 por el pago de su dote que Cortés señaló en 10 mil ducados y reclamó 17 mil por bienes multiplicados del marquesado. En 1558 y 1561 por las dotes de sus hijas Catalina y Juana y “sobre pesos”. En 1567 por la pensión vitalicia que obtuvo para su hermano fray Antonio de Zúñiga y en 1568 sobre bienes del marquesado. Además don Martín tenía atrasos hasta de 10 años en los pagos de las pensiones de sus hermanas Juana y María. En 1550 la hija del conquistador Catalina Pizarro fue despojada de su herencia por su madrastra doña Juana con la complicidad del licenciado Juan Altamirano primo y administrador de Cortés, quitándole sus propiedades heredadas cercanas a Cuernavaca y fue internada en un convento de España por el resto de su vida.
El ingenio de San Antonio Atlacomulco o la “Hacienda de Cortés” es posterior y perteneció a los descendientes del conquistador, en el siglo XIX fue administrado con los otros bienes de los herederos de Hernán Cortés por Lucas Alamán el mismo que fue presidente de México en 1829.
Ver artículo “Hernán Cortés y el rey Carlos, su trato” de este mismo autor en este Diario del 6 de noviembre del 2010.
Hoy llamado “Palacio” de Cortés. Se le llamó así siglos después de construido cuando se usó para sede del gobierno, ver artículo de este autor de fecha 17 de junio del 2009. Es el edificio civil conservado más antiguo de América Continental cuyo modelo se tomó de la villa italiana Chigi delle Volte y no del Alcázar de Diego Colón en Santo Domingo, ver artículo del 30 de octubre del 2010 “Cortés funda en Cuernavaca su residencia”.
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