lunes, 1 de agosto de 2011

Edmundo López Bonilla: (19) LAS VERDADES DE PEROGRULLO


LAS VERDADES DE PEROGRULLO



Edmundo López Bonilla



¡Parece increíble! En pleno periodo de lluvias —o quizá por eso— los habitantes de la parte baja de Chicola, congregación del municipio Mariano Escobedo, al norte de la ciudad de Orizaba, tienen conflicto con el suministro de agua. Quizá en 1954, cuando la Cervecería Moctezuma obtuvo la concesión del manantial del que depende su operación, tomo en cuenta las necesidades de la parte alta de aquella comunidad que recibe agua buena; pero cincuenta y siete años son muchos y las poblaciones crecen. Como sucede en todos los núcleos urbanos, alrededor del pueblo o ciudad original se van formando nuevos barrios; estos asentamientos requieren servicios que los municipios suministran en la medida de sus recursos y la mayoría de las veces, la infraestructura resulta insuficiente. Por la razón que resultare, hoy los habitantes de Chicota “de abajo” se quejan de que el agua que ellos reciben está contaminada con lodo, basura y desechos de drenaje. A su alcance, pero vedada por los vericuetos de la ley fluye el agua en la tubería que pertenece a la compañía cervecera.

Las necesidades apremiantes dictan actos que para unos son de justicia, para otros, agresiones a su legítimo derecho. Quienes actualmente sufren por el suministro de agua sucia, consideraron que era lícito castigar al gigante productor de cerveza que les escatima el líquido potable que necesitan. Simplemente cerraron la válvula de un ducto de “14 ó 16 pulgadas” —según la nota de “El Sol de Orizaba” del miércoles 20 de julio de 2011, escrita por Daniel Serrano Guzmán—. La respuesta de la cervecería fue rápida. Campeando por su derecho restableció el flujo y de paso atenuó un tanto el enojo de los “chicoleños de arriba” que también resultaban afectados con el cierre de la citada válvula. Como alternativa de corto plazo, se ofreció a quienes reciben el líquido contaminado —se supone que de parte de los funcionarios de la empresa y el representante del gobierno— el filtrado “del agua del río, que aseguran que está sucia (…) al pasar por tres cárcamos y luego sería tratada para su distribución por la red normal de agua (sic)”. “Ésta —alternativa— en principio la mayoría no lo aceptó, pero quedó abierta la posibilidad de que tras una explicación técnica los convenzan y el viernes la pudieran aceptar”. Sin embargo, en el periódico “El Mundo de Orizaba” del mismo miércoles 20, en nota firmada por Karla Villagómez, sobre el mismo asunto, informa: “En dicha reunión sólo les ofrecieron a los vecinos que podían tratar el agua sucia del río para su uso mas no para su consumo”. La otra posibilidad informa Daniel Serrano Guzmán: “que sería a largo plazo (…) es el trámite de que con inversión de los gobiernos federal, estatal y municipal, y con autorización de Conagua, (reciban permiso) para construir un tanque elevado”. El reportero no informa quién suministraría el líquido para abastecer el citado tanque elevado.

En México, los gestores de las estrategias a largo plazo, toman semánticamente el asunto y en ocasiones  el plazo es largo… largo…  ¿Qué resolvería por lo pronto el problema? La petición de los “chicoleños de abajo”: volvemos a la nota de Daniel Serrano Guzmán: “una pulgada y media o dos de ese caudal de agua de la cervecería, pero ésta no acepta con el argumento de que habría problemas con Conagua, y hasta la concesión que tienen la podrían perder”.

 El Pico de Orizaba es próvido con las regiones que reciben su influencia y las aguas  escurren de sus vertientes a rumbos tan lejanos como parte del estado de Puebla y aun son las venas que forman la red hidráulica de las cuencas del río Papaloapan y de todos los que riegan la extensa región del centro del estado de Veracruz.  Orizaba y su valle tienen fama del disfrute del agua en abundancia: agua que cae del cielo; agua que fluye de manantiales, forma arroyos, ríos. El poeta Rafael Delgado, enamorado de la región,  tomó como ámbito para su creación a este valle y su orografía, en la ficción, le asignó el nombre de Pluviosilla. En este microcosmos formado por el Parque Nacional del río Blanco y el Parque Nacional del Pico de Orizaba, está situado el municipio de Mariano Escobedo que ocupa parte de la vertiente sur de la gran mole volcánica y ahí es donde surge el agua motivo de disputa e inductora de la escritura de estas líneas.

 Un personaje de uno de mis cuentos, subyugado por el encanto del volcán y su influencia en el clima regional, dice a su interlocutor: Un día viajaba de regreso de la costa y entonces lo vi, imponente cerraba el horizonte encaramado en el trono de sus contrafuertes y una capa de nubes, suspensa muy arriba de la línea de nieve lo ensombrecía, en tanto el sol brillaba intensamente en el valle y el cálido viento sureño soplaba a ráfagas violentas. Salvo ese toldo nuboso, el cielo despejado acentuaba su mole. Era tan insinuante que me hizo evocar su música: los cornos, timbales y platillos de la tempestad; las flautas del céfiro y el piano del deshielo. Pero también lo he visto desde el mar, al atardecer, recostado en el crepúsculo dibujando su silueta de su cono contra los fulgores bermejos. Y en las alturas llanas de su base, ir de la oscuridad a la luz plena, jugando a las pinceladas con la gama del espectro mientras tiñe grises y blancos: de azules pálidos, púrpuras leves, naranjas y amarillos que al final  se difuminan. Lo he contemplado albo desde el cráter hasta sus bosques, y por meses, lastimoso en su desnudez, conservando apenas la roca del ápice con su corona gélida. Entonces, sus declives parecen más pronunciados, los riscos más grandes, los precipicios más profundos. Me ha puesto melancólico su aspecto sombrío, cuando velado por la bruma se deja ver a ratos. O al rasgarse la nublazón y entre los celajes se vislumbran sus laderas impresionantes. Entre calmas prolongadas, su enormidad de roca al parecer extinta me ha dejado sentir su latir poderoso que llena de pavor... Los antiguos le pusieron un nombre que sugiere amaneceres: “Citlaltépetl” que tradujimos como “Cerro de la estrella” en mi fuero, le llamo: Señor de la Tormenta... del Frío... del Agua...

Quien eventualmente lea este artículo en alguna ciudad lejana, en cualquier paraje de nuestra Patria, se dirá: ¡Pero eso es allá! ¿Y cuál es la relación con los problemas de mi terruño? La relación, pienso, es que así como las zonas donde la tierra esconde el petróleo se ve sometida al tráfago y explotación que deja poco beneficio a la población local; los lugares bendecidos con agua de calidad, son como decía mi madre: “Candil de la calle y oscuridad de su casa”.

“Sin desarrollo no hay progreso, sin la industria, la verde región que amas tanto no sería más que montañas, bosques surcados por ríos”, me susurra Perogrullo. ¡Y claro que tiene razón! Sin la abundancia de recursos hídricos la región no habría sido lo que en un tiempo llegó a ser. Los ríos y lo copioso de sus cauces fue la garantía que la región dio a los empresarios del algodón, de la cerveza, para el establecimiento seguro de sus factorías; los manantiales  dieron su flujo para los procesos industriales en gran escala; los torrentes prestaron y prestan su fuerza para producir energía eléctrica. Energía que mueve a la economía. Por lo mismo el agua es un bien valioso, que aquí como en cualquier parte despertará ambiciones, ya sea  como materia prima o para satisfacer necesidades. Industria, agricultura, ganadería, nuestro mismo discurrir, el de los pueblos y las ciudades no podrían ser sin ese líquido. No hay una sola cosa que usemos o disfrutemos en que no haya intervenido el agua. El agua de los  mares, los ríos, lagos y lagunas se usa, se desperdicia, se contamina en nombre del progreso, de la ganancia. Y obtendrá más agua quien tenga más dinero que se torna en poder.

La necesidad de este elemento es universal, por eso los problemas de los habitantes de Chicola “de abajo” se hermanan con los problemas de los moradores de cualquier parte del mundo que tenga los mismos antecedentes. En 1910 por fin explotó un conflicto que fue generándose por condiciones políticas y sociales. La historia versa mucho sobre los conflictos por la tierra; el agua casi pasa desapercibida, sin  embargo, tierra y agua son indisolubles. Las lecturas literarias no dejan ver que las grandes haciendas tenían el resuelto el problema del riego de sus grandes extensiones, que por sí mismas eran autosuficientes en bosques, potreros, tierras de siembra, cauces de  ríos o manantiales y todo lo contenido en esos pequeños mundos. Después del movimiento revolucionario, al fragmentarse los inmensos predios y establecerse linderos, los múltiples dueños se dieron cuenta que uno de los asuntos importantes era la resolución que normara el uso del agua. Sería prolijo tratar  de explicar en estos artículos los vericuetos legales del asunto. A grandes rasgos, ese es el origen del conflicto que se prefiguró al inicio del inicio del escrito: propiedades, derechos territoriales municipales, derechos de propiedad privada, límites, concesiones de uso de suelo y concesiones de explotación de los recursos del suelo. Cada persona o comunidad apela a sus derechos.

Aunado a estos problemas, surgió otro que la costumbre va haciendo que parezca natural. Desde hace tiempo no han ido convenciendo de que el agua que fluye por las cañerías no es apta para beberse y ha surgido el fabuloso negocio de vender agua embotellada. Desde que yo recuerdo —y a la fecha Dios me ha dejado vivir más de setenta y tres años— el consumo de cerveza y refrescos es abundante y su elaboración requiere cantidades ingentes  de agua. A ese consumo, que podríamos decir: “natural”, actualmente debe agregarse la demanda ¿artificial? de botellitas, botellotas y garrafones de agua que según la publicidad, no sólo cumple su función biológica, sino hace organismo a prueba  de bala de tan sanos; mejores atletas, más poderosos, osados; mujeres esbeltas, cutis maravillosos, digestiones espléndidas; hombres y mujeres con capacidad ilimitada para “socializar” En suma: una panacea para la autoestima, embotella bajo condiciones sanitarias estrictas, a bajo costo “eso creen los consumidores” y confiable.

Para garantizar el abastecimiento de ésa materia prima, las empresas necesitan confianza para invertir. Obtendrán esa confianza cuando sepan que nadie… por poderoso que sea, les disputará el derecho de  explotación de manantiales, arroyos, ríos, lagunas y aun el mar, porque son dueños de las concesiones, que es un eufemismo para la palabra “privatización”. Y el privatizador es egoísta, no puede dar parte de lo que para él solamente es dinero. Eso es precisamente lo que están sufriendo los moradores de Chicola “de abajo”. No pueden disponer de un recurso de su reserva territorial porque ese bien está concesionado. ¿En todo el país, en todo el mundo, cuántas concesiones vedarán a los dueños del terreno el disfrute de ese elemento, que según dicen los científicos conforma dos tercios de nuestro peso corporal y a pesar de la abundancia de agua dulce, ésta  representa sólo la ínfima cantidad del 3 al 5 por ciento de la cantidad total del agua existente en el planeta?      

* * * * *


Los científicos que hicieron la necropsia del exhumado cadáver de Salvador Allende, dictaminaron que el en aquellos momentos todavía presidente de Chile, se suicidó. Flaco consuelo para los golpistas que todavía viven, y para los derechistas de ese país. Al parecer su tontera no les permite ver la monstruosidad que avalaron. Que por medio del cuartelazo usurparon el legítimo poder que el pueblo había conferido al asesinado presidente. Como asesinada resultó la democracia.


21-22 de julio de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario